martes, 26 de diciembre de 2017

CUENTO DE NAVIDAD EN EL JUZGADO

Comentaba con Mercedes y Sara, las últimas resistentes de la comida tuitera del otro día, el cómo el prestar guardias de asistencia al detenido de turno de oficio nos dan una conexión con una realidad que de otro modo quizás no percibiríamos. Quizás los temas más complicados desde una perspectiva social son lo que afectan a personas con enfermedades mentales, sobre todo la esquizofrenia, personas que como sociedad apartamos al núcleo familiar cargando al mismo con la obligación de atender con el problema que suponen especialmente para sus cuidadores.

En ocasiones, ese núcleo familiar no puede con la gestión de un enfermo y se ven superadas. Y es bastante habitual que ante un incidente violento (derivado de esa enfermedad) y sintiendose agotadas interpongan una denuncia que realmente no tiene como objeto que se persiga ni se condene al enfermo sino ver si de esta manera otras instituciones toman cartas en el asunto. Lo cierto es que salvo en situaciones muy concretas y graves no se procede a un internamiento de urgencia y que como es eso, de urgencia, están muy pocos días internados, manteniendose el problema o agravandose si por el camino se ha añadido una medida de no acercamiento o no comunicación con esos familiares que son sus únicos cuidadores.

Así que es una historia común a estos supuestos, la existencia de un incidente violento en el ámbito familiar fruto de un brote de enfermedad mental, que un familiar superado por la situación interponga una denuncia a ver si de ese modo alguna institución se hace cargo, cosa que no ocurre, no hay internamiento psiquiátrico, el forense del juzgado lo ve cinco minutos con lo que o ya hay antecedentes del mismo o emitirá un informe diciendo que no aprecia que la conducta esté alterada y el enfermo se verá con un procedimiento penal que le llevará a un juicio donde se le pedirá una pena.

Y en estas estábamos estos días de navidad, en ese juicio, al que me presentaba con un enfermo diagnosticado, con una relación de hechos en el atestado que evidenciaba digamos un comportamiento propio de un loco (permitaseme la expresión coloquial), con un informe forense que apreciaba una ligera disminución de voluntad en su conducta lo que le llevaba a una atenuante y una petición de 9 meses de prisión por una denuncia de una madre superada por una situación con el hijo que convivía y que era un apoyo y sustento emocional fundamental para ella (cuando el hijo no se veía afectado por brotes de su enfermedad).



Y así me encaminaba hacia un previsible matadero mientras durante varios días le daba vueltas a la mejor solución jurídica para un juicio que tenía presente que era todo menos una solución para esa situación, pues como no me canso de repetir, el derecho penal no soluciona nada, solo castiga conductas y como digo devanandome infructuosamente los sesos ante una situación cuya única solución pasaba por algo que era absolutamente improbable que sucediera: una absolución.

Y siento no poder entrar en más detalles que contaros e iluminaros, pues en lo que sucedió nada tuvo que ver ni una trabajada estrategia jurídica ni una brillante interpretación de una norma ni un preciso trabajo de artesano defensor en el acto del juicio. Sino un fundamental concierto de voluntades para que ocurriera un pequeño milagro de Navidad, también en los juzgados. 

Salí de aquella sala con la ansiada absolución, ese fue el pequeño milagro de navidad que viví y me hizo tener una sonrisa durante el día.

Pero siento aguaros el final feliz recordandoos que esta situación, la de familias con enfermos mentales, abandonados por toda institución y por el resto de nosotros, se mantiene.

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