viernes, 5 de enero de 2018

DE LOS QUE DEFIENDEN DERECHOS Y DE SUS PENAS

Estoy convencido que si le preguntasemos a licenciados en Derecho por libros jurídicos que leyeron durante la carrera y de alguna manera les marcaron, muchos dirían que "De los delitos y las penas" de Beccaria. Es una obra de 1764 pero que asienta muchos principios del derecho moderno, fundamentalmente del derecho penal, y cosas tan revolucionarias en su momento como que los procedimientos no se sustentasen en la tortura, que los delitos estuvieran fijados previamente así como las penas a imponer y que no quedaran al arbitrio del juez, que fueran proporcionales al delito cometido, que son mejores las penas leves a la graves sobretodo si son impuestas con proximidad a la comisión del delito, etc.

Estos días tras el último crimen mediático (caso Diana Quer) y leyendo furibundas y aberrantes expresiones en redes sociales, me imaginaba qué sentiría Beccaria si pudiera por unos instantes haberse trasladado de aquel siglo XVIII al siglo XXI. Me lo imagino extasiado ante la idea pensando que una sociedad más evolucionada y avanzada estaría alejada de aquella del Antiguo Régimen que entendía las ejecuciones como un acto social al que acudía por diversión y probablemente volvería con la cabeza gacha a su siglo y con muchas cosas a reflexionar.

Ciertamente el derecho penal y los procesos penales avanzan y son muy diferentes, pero leídas esas manifestaciones a que hago expresión parece bastante probable que no se lincha, que no se tortura, que no se condena sin un juicio previo, porque no se puede legalmente y que si se plantearan plebiscitariamente muchas reformas para volver a prácticas que se realizaban siglos (o décadas atrás) muy probablemente la mayoría de mis conciudadanos votarían a favor.

Si un Cesare Beccaria tratara de exponer ahora sus ideas en redes sociales, como lo hizo en su libro, recibiría todo tipo de furibundas contestaciones, se le señalaría estigmatizandolo y se le acusaría de connivente con la violencia de género, las agresiones sexuales y cualquier otro tipo de barbaridad similar.



En este escenario en el que nos movemos se elevan pocas voces que intentan aportar esos mínimos de sensatez que se identifican con construcción de derechos fundamentales y principios del derecho (no hablamos de peticiones estrambóticas o estrafalarias), aunque por experiencia propia digo que va por fases (a veces apetece quedarse al margen y no exponerse a según que respuestas) y en las redes sociales impera la llamada espiral del silencio por la cual los individuos adaptan su discurso al predominante y no discrepan del mismo.

Si hay un silencio verdaderamente reprochable en la defensa de conceptos como las garantías procesales penales, la presunción de inocencia y la labor de los abogados de defensa, es la de las instituciones, en particular los Colegios de Abogados y el Consejo General de la Abogacía Española. En estas últimas semanas he visto como se señala a sospechosos como culpables, se señala y ataca a sus abogados y se ponen en tela de juicio avances como que un sospechoso declare con abogado o que tenga conocimiento de las pruebas contra él.

Y es que visto como la defensa pública de esos principios se reducen a unas pocas voces, la mayoría de ellas de juristas acompañados de algún que otro periodista; la importancia de la misión y la absoluta desproporción numérica de ambos bandos, veo absolutamente necesario que las instituciones se impliquen en una labor pedagógica de dar a conocer la importancia de esos derechos y principios, así como de respeto a la labor de los abogados que son los principales garantes de la efectividad de los mismos, razón por la cual teniendo medios y capacidad, el silencio de las mismas resulta del todo ominoso.

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